Quienes analizan la crisis del COVID-19 y sus efectos se han concentrado mayormente en cómo su naturaleza tan disruptiva ha hecho cambios y recalibraciones importantes en la sociedad y la economía. Esa misma disrupción ha ayudado a una gran variedad de agendas que requerían que se realice un evento de potencial “reseteo” para que se hagan realidad. En el caso de la industria de vacunas, el COVID-19 ha provocado enormes cambios en la forma que las agencias federales gestionan la autorización de contramedidas sanitarias durante alguna crisis declarada, en cómo se gestionan las pruebas de los candidatos a vacunas , en cómo el público percibe la vacunación e incluso en cómo se define el término “vacuna”.
Tales cambios, aunque muy obvios, han provocado elogios de algunos y duras críticas de otros, la última categoría se censura en gran medida en la discusión pública en televisión, en la prensa escrita y en línea. Sin embargo, al analizar objetivamente esos cambios sísmicos, está claro que la mayoría de estas variaciones en el desarrollo de las vacunas favorecen abruptamente la velocidad y la implementación de tecnología nueva y experimental a expensas de la seguridad y el estudio exhaustivo. En el caso de las vacunas, se puede discutir que nadie ha beneficiado más a estos cambios más que los mismos desarrolladores de las vacunas contra el COVID-19, particularmente la empresa farmacéutica y de biotecnología Moderna.
La crisis del COVID-19 no solo eliminó los obstáculos que en el pasado impidieron que Moderna llevara un solo producto al mercado, también revirtió drásticamente la fortuna de la empresa. De hecho, desde el año 2016 hasta la aparición del COVID-19, Moderna a duras penas podía mantenerse unida, porque se estaba deshaciendo de muchos ejecutivos, talentos e inversores a un ritmo alarmante. Esencialmente, la promesa de Moderna de “revolucionar” la medicina, el extraordinario arte de vender y las capacidades de recaudación de fondos del alto ejecutivo de la empresa, Stéphane Bancel, eran las fuerzas principales que mantenían a la empresa a flote. En los años previos a la crisis del COVID-19, a pesar de los esfuerzos de Bancel, las promesas de Moderna sonaron cada vez más huecas, ya que la antigua inclinación de la empresa por el extremo secretismo, a pesar de llevar casi una década en el negocio, había impedido demostrar definitivamente que podía lograr la “revolución” que le había asegurado continuamente a los inversores que estaba a la vuelta de la esquina.
Esto se vio agravado por graves problemas con unas patentes en manos de un competidor hostil que amenazaba la capacidad de Moderna de obtener ganancias de cualquier cosa que pudiera llevar al mercado, y también por problemas importantes con sus sistemas de entrega de ARNm que los llevaron a abandonar cualquier tratamiento que requiera más de una dosis debido a problemas de toxicidad. Este último problema, que es bastante olvidado e ignorado por la prensa el día de hoy, debería ser un tema mayor en el debate del refuerzo del COVID-19, dado que aún no existe evidencia alguna de que Moderna haya resuelto el problema de toxicidad que surge en sus productos de múltiples dosis.
En esta primera entrega de una serie de dos partes, se discute detalladamente la grave situación en la que Moderna se encuentra inmediatamente antes del COVID-19 que revela que Moderna, casi igual que la desacreditada empresa Theranos, durante mucho tiempo ha sido un castillo de naipes con altisimas valoraciones que están totalmente desconectadas de la realidad. La Parte 2 indaga cómo esa realidad se habría derrumbado en algún momento del 2020 o 2021 si no fuera por la llegada del COVID-19 y la posterior asociación de Moderna con el gobierno de EE. UU. y los procesos altamente inusuales que involucran el desarrollo y la aprobación de su vacuna. A pesar de la aparición de datos del mundo real que desafían las afirmaciones de que la vacuna de Moderna es segura y eficaz, el refuerzo de Moderna está siendo aprobado por algunos gobiernos, mientras que otros han prohibido recientemente el uso de la vacuna en adultos jóvenes y adolescentes debido a problemas de seguridad.
Como se mostrará en esta serie de dos partes, los problemas de seguridad de Moderna se conocen desde mucho antes de la crisis del COVID-19. Sin embargo, han sido ignorados por las autoridades de salud y la misma prensa. Además, para evitar el colapso, Moderna debe seguir vendiendo su vacuna contra el COVID-19 durante los próximos años. En otras palabras, sin la aprobación de su refuerzo, que ha causado una gran controversia incluso entre los principales funcionarios de vacuna del país, Moderna enfrenta un gran ajuste financiero. Mientras que la crisis del Covid-19 le arrojó un salvavidas a la empresa, la administración de su vacuna contra el COVID-19, en la cual el gobierno de EE. UU. ha invertido casi US $6 mil millones, debe continuar en el futuro previsible para que el rescate sea realmente exitoso. De lo contrario, la empresa, cuyo valor es de US $126 mil millones, con grandes inversiones del gobierno y el ejército estadounidense, y con vínculos con los individuos más ricos del mundo, se derrumbará en poco tiempo.
¿Un nuevo Theranos?
En septiembre de 2016, Damian Garde, el reportero nacional de biotecnología de la empresa de medios médicos STAT, escribió un extenso resumen del “ego, ambición y agitación” que plagan “una de las nuevas empresas de biotecnología más secretas”. El artículo se enfoca en Moderna, que se fundó en 2010 para comercializar la investigación del biólogo celular Derrick Rossi del Hospital de Niños de Boston. El esfuerzo de crear Moderna para generar ganancias, que involucró íntimamente a Bob Langer, un controversial científico y asociado de Bill Gates, y también a la empresa Flagship Ventures (ahora Flagship Pioneering) con sede en Cambridge, Massachusetts, comenzó poco después que Rossi publicara el informe sobre la capacidad del ARNm modificado para transformar células de la piel en diferentes tejidos.
En el periodo de tiempo entre la creación de Moderna y la investigación de Garde en 2016, el rumor que generó la investigación de Rossi y su potencial de crear avances médicos había disminuido, al igual que el rumor sobre su potencial para hacer muy ricos a sus inversores. A pesar de asociarse con gigantes farmacéuticos como AstraZeneca y recaudar cifras récord de financiamiento, Moderna aun no tenia un producto en el mercado 6 años después de su creación, y, como reveló STAT, el “corrosivo ambiente laboral de la empresa” la ha llevado a una pérdida persistente de sus talentos, aunque solo una pequeña parte de sus conflictos se conocieron públicamente, debido “a su obsesión con el secretismo”. Sin embargo, lo más preocupante para la empresa ese año fue que Moderna aparentemente se había” topado con obstáculos para sus proyectos más ambiciosos”.
Aparte de los inconvenientes científicos que enfrentó Moderna, el “obstáculo” más grande para la empresa, según Garde, no era otro que Stéphane Bancel, su máximo ejecutivo, quien aún dirige la empresa. De acuerdo a Garde, Bancel estaba directamente involucrado en muchas de las polémicas de la empresa, debido, en parte, a su “pensamiento inquebrantable de que la ciencia de Moderna va a funcionar y que los empleados que no ‘viven la misión’ no tienen lugar en la empresa”. Entre 2012 y 2016, Bancel fue un factor clave en la renuncia de al menos una docena de “ejecutivos de alto nivel”, incluyendo a quienes dirigieron la cartera de productos de Moderna, además de sus proyectos de vacunas.
Antes de unirse a Moderna, Bancel pasó gran parte de su carrera en ventas y operaciones y no en ciencia. Se hizo conocido en el gigante farmacéutico Eli Lilly antes de dirigir la firma francesa de diagnósticos llamada bioMerieux. Mostró su rendimiento y ambición en esa empresa, lo que llamó la atención de Flagship Ventures, cofundador e inversionista principal de Moderna que lo vinculó con la empresa que tiempo después lideraría.
Bancel se volvió el vendedor por excelencia de Moderna, a pesar de carecer de experiencia en ARNm y en la ciencia detrás de su uso terapéutico. Bajo su liderazgo, Moderna se volvió “reacia en publicar su trabajo en Science o Nature, pero entusiasta de anunciar su potencial en CNBC y CNN”. En otras palabras, la compañía ,encabezada por Bancel, llegó a promover su ciencia a través de la publicidad en los medios y relaciones públicas, en vez de publicar información real o evidencia científica. Cuando dos de sus candidatos a vacuna entraron en fase 1 de pruebas en humanos en 2016 (ensayos clínicos que quedaron en nada), la empresa rechazó ponerlos en la lista del registro federal público ClinicalTrials.gov. La decisión de no listarlos, que se desvía de la práctica común entre los competidores de Moderna y otras empresas de vacunas más tradicionales, significó que la información de la seguridad de estos candidatos a vacuna nunca estaría disponible de forma pública después de la conclusión de los ensayos. Además, Moderna se negó a comentar públicamente sobre qué enfermedades buscaban combatir estas vacunas.
Ese secretismo se volvió común en Moderna luego que Bancel tomó el timón, pues la empresa no había publicado ningún dato que “respalde su cacareada tecnología” cuando se publicó la exposición de STAT en 2016. Tanto a los iniciados como a los inversores que habían comprometido millones con la empresa solo se les permitió “echar un vistazo” a sus datos. Además, según los antiguos científicos de Moderna que hablaron con STAT, la gente temía criticar a la empresa debido a gran poderío.Los ex empleados acusaron que Bancel en realidad estaba “dirigiendo una empresa de inversión” y “luego esperaba que también desarrollara un medicamento exitoso”.
Quizás es por eso que Bancel se consideró como el mejor ejecutivo para dirigir Moderna. Un vendedor ambicioso que dirige una empresa sobrevalorada, que priorizaría la imagen de la farmacéutica y sus finanzas independientemente de cualquier problema con la ciencia que sustenta todo. Quizás fue por esa razón, según ex empleados, “dejó en claro (desde el principio) que la ciencia de Moderna simplemente tenía que funcionar y cualquier persona que no pudiera hacerlo, no pertenecía a la empresa”.
Como indicó STAT en el 2016, la gente encargada de hacer que “la ciencia funcione” eran quienes renunciaban con más frecuencia, lo que ocasionó que Moderna perdiera en un solo año dos jefes de química y, al poco tiempo después, perdió a su director científico y su director de fabricación. Muchos altos ejecutivos, incluidos los jefes de sus ramas de investigación del cáncer y de investigación de enfermedades raras, terminaron con una duración menor a 18 meses en sus respectivos puestos. Las abruptas renuncias tampoco eran exclusivas de los puestos ejecutivos centrados en la ciencia de Moderna, ya que el director de información y alto cargo ejecutivo financiero también se vieron afectados. En última instancia, Bancel buscó asesoramiento de los departamentos de recursos humanos de Facebook, Google y Netflix sobre la retención de empleados.
Lo particularmente revelador fue la repentina y misteriosa renuncia de Joseph Bolen, jefe de investigación y desarrollo, luego de trabajar dos años en la empresa. Un informante de la empresa en ese momento le dijo a STAT que la única razón de la renuncia de Bolen fue que “habia algo mal con la ciencia o el personal”. En otras palabras, Bolen se fue porque la ciencia que sustenta la valoración masiva de Moderna no estuvo a la altura de las expectativas o porque Bancel lo habría obligado a renunciar, con la posibilidad adicional de que ambos fueran clave en la renuncia de Bolen.
La especulación de ese momento apunta a Bancel, aunque no está claro por qué surgió la brecha entre los dos hombres. Bancel aseguró que trató de convencer a Bolen de quedarse, aunque hubo afirmaciones contrastantes de empleados anónimos, además, se dice que Bolen se había “votado a sí mismo para irse de la isla”.
Cualquiera sea la causa exacta de la renuncia del jefe de I & D, solo contribuyó más al misterio en torno al funcionamiento interno de Moderna y su capacidad para cumplir la promesa de “revolucionar” la medicina. También revela algunas similitudes entre Moderna y la ahora desacreditada empresa Theranos. Esta empresa, cuya ex alta ejecutiva, Elizabeth Holmes, está siendo enjuiciada por fraude, se conocía por su cultura extrema de confidencialidad que mantuvo a sus inversionistas y socios comerciales en la oscuridad, forzar acuerdos de no divulgación a todos los que entraron en contacto con la empresa, y mantener a sus trabajadores “aislados” a través de una política de necesidad de saber extremadamente estricta. Al igual que Moderna, Theranos había sido alabada como una empresa revolucionaria y preparada para “cambiar la industria médica para siempre”. De manera similar, sus altos ejecutivos no tenían experiencia profesional en salud o ciencia, sin embargo, ambas empresas despidieron o forzaron a renunciar a sus empleados que no estaban de acuerdo con sus perspectivas o que no pudieran dar resultados “positivos”. Ambas empresas fallaron en publicar cualquier evidencia en revistas revisadas por pares que sostuviera que la ciencia detrás de sus empresas valoradas en miles de millones de dólares no fuera solo una fantasía y un argumento de venta bien diseñado.
Podría decirse que la diferencia más importante entre Moderna y Theranos, es que Moderna, cuyos numerosos problemas y desafíos sólo se dieron a conocer luego de que se iniciara el colapso de Theranos, nunca ha enfrentado el mismo grado de escrutinio del gobierno de EE. UU. o de los principales periodistas de investigación. Existen muchas razones posibles para esto, incluyendo la cercana relación de Moderna con el Departamento de Defensa a través de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA, por su sigla en inglés) o la preocupación de que su exposición posterior a Theranos provoque un escrutinio en cualquier empresa que exista en la intersección del Silicon Valley y la industria del cuidado de la salud. Sin embargo, tal ajuste de cuentas habría sido inevitable para Moderna si no hubiera sido por la crisis del COVID- 19, que no podría haber llegado en un momento más conveniente para la farmacéutica.
El “software” de Moderna encuentra errores
Muchos de los problemas de Moderna identificados por Garde en 2016 continuaron afectando a la empresa hasta el inicio de la crisis del COVID-19. Principalmente entre ellos está la lucha de Moderna por probar que su tecnología funcionaba y que fuera segura. Las preocupaciones sobre la seguridad y la eficiencia de los productos de la empresa, que fueron informadas públicamente a inicios del 2017, se evaporaron en la ola de pánico que rodea al COVID-19 y la carrera simultánea de “Warp Speed” por fabricar una vacuna “que terminara con la pandemia”. Sin embargo, hay poca o ninguna evidencia de que estos problemas, que alguna vez fueron bien reconocidos, se abordaron antes de la autorización del gobierno de los EE. UU. para el uso de emergencia de la vacuna contra el COVID-19 de Moderna y su uso ahora generalizado en muchos países alrededor del mundo. Por el contrario, existe evidencia de que se encubrieron estos problemas tanto antes como durante el desarrollo de su vacuna.
Los informes que surgieron en enero del 2017 indicaron que Moderna había “tenido problemas de seguridad preocupantes con su terapia más ambiciosa” y la empresa “ahora estaba confiando en una nueva tecnología para mantenerse en pie”. La “terapia ambiciosa” en cuestión fue hecha para tratar el síndrome Crigler-Najjar y “fue la primera terapia que utilizó una osada nueva tecnología que Bancel prometió produciría docenas de medicamentos en la próxima década”. Bancel había utilizado específicamente la terapia Crigler-Najjar como un importante punto de venta para los inversionistas, particularmente en 2016, cuando la promocionó en la Conferencia de Salud de JP Morgan.
Sin embargo, los trabajadores de Alexion, la empresa que desarrolla el medicamento en conjunto con Moderna, denunció el proyecto en 2017, y revelaron que “nunca demostró ser lo suficientemente seguro para probarse en humanos” y que el fracaso de esta terapia y la plataforma de tecnología que buscaba utilizar había sido responsable de incitar a Moderna a abandonar la clase de terapia farmacológicas que, por años, habían justificado su altísima valoración y atraído cientos de millones en efectivo para inversores.
Como resultado del problema con el medicamento para el síndrome de Crigler-Najjar, los medios de comunicación aseguraron que Moderna ahora “necesitaba una milagrosa salvación” que podría evitar que su valoración se derrumbara y que sus inversionistas huyeran. La persistencia de los problemas que se observaron por primera vez en la investigación de STAT de 2016, como el hecho de que Moderna no publicara datos significativos que respaldaran su tecnología de ARNm, sólo exacerbaron la posición cada vez más precaria de la empresa. De hecho, no mucho antes del retraso indefinido de la terapia del Crigler-Najjar, Bancel había descartado las preguntas sobre la promesa de Moderna al describir el ARNm como una forma fácil de desarrollar rápidamente tratamientos novedosos para una variedad de enfermedades. Él mencionó que el “ARNm es como un software: Simplemente puedes girar la manivela y desarrollar una gran cantidad de productos”. Si ese fuera el caso, ¿por qué la empresa no ha tenido productos en el mercado luego de casi 7 años y por qué su proyecto más proclamado experimentó tales problemas? Claramente, de acuerdo a la metáfora de “software” de Bancel, la tecnología de Moderna había encontrado errores que eran potencialmente imposibles de erradicar.
Resulta que la farmacoterapia Crigler-Najjar por la que Moderna había apostado tanto había fracasado debido al sistema de entrega de nanopartículas lipídicas usado para transportar el ARNm a las células. Se eligió al síndrome de Crigler Najjar como objetivo porque los científicos de Moderna consideraron que es la tarea más fácil de conseguir. Primero, el síndrome es causado por un defecto genético específico, segundo, el órgano afectado, el hígado, se encuentra entre los más fáciles de apuntar con nanopartículas. Tercero y más importante para la empresa, se requieren dosis frecuentes para combatir la enfermedad con ARNm, lo que asegura un flujo estable de ganancia para la compañía. Por lo tanto, dado los dos primeros motivos detrás del foco de la empresa en el síndrome de Crigel Najjar, si Moderna no podía desarrollar una terapia para esa condición, significa que la empresa no podría desarrollar una terapia para otras condiciones que, por ejemplo, fueron causadas por defectos genéticos, que afecten múltiples órganos o aquellos más resistentes a tratamientos basados en nanopartículas. En otras palabras, que “Moderna no haya podido lograr que su terapia (para el síndrome Crigler-Najjar) funcione” significaba que era poco probable que hiciera funcionar otras terapias de todas las clases.
De hecho, los informes de los medios de comunicación sobre el retraso indefinido de esta terapia en particular indicaron que “el retraso indefinido del proyecto [Moderna] Crigler-Najjar indica problemas de seguridad persistentes y problemáticos para cualquier tratamiento de ARNm que necesite ser administrado en múltiples dosis”. Pronto, los problemas llevarían a Moderna a buscar tratamientos que pueden administrarse en una sola dosis, es decir, hasta la aparición del COVID-19 y el surgimiento del debate del refuerzo de la vacuna contra el COVID-19. También vale la pena mencionar que debido a la rareza del síndrome de Crigler-Najjar, incluso si la terapia hubiera sido llevada con éxito al mercado de Moderna, era poco probable que hubiera aportado suficiente dinero para sostener la empresa.
El problema específico que Moderna enfrentó con el tratamiento de Crigler- Najjar se relaciona con el sistema de entrega de nanopartículas lipídicas. De acuerdo a ex empleados de Moderna y sus colaboradores en Alexion, “la dosis segura era muy débil y las inyecciones repetidas de una dosis que sea lo suficientemente fuerte para ser eficaz tuvieron efectos negativos en el hígado (el órgano que esta terapia apunta) en estudios con animales”. De acuerdo a informes publicados durante ese tiempo, este fue un problema con el que Moderna aparentemente se había topado con su sistema de entrega de nanopartículas en otros casos también. Según STAT, el sistema de entrega empleado por Moderna había “creado constantemente un desafío abrumador: si se administra una dosis muy pequeña, no se obtienen suficientes enzimas para afectar a la enfermedad; si se administra una dosis muy grande, el medicamento es muy tóxico para los pacientes”.
Moderna intentó compensar las críticas de la prensa por tener que retrasar el medicamento contra el Crigler-Najjar con la afirmación de que habían desarrollaron un nuevo sistema de entrega de nanopartículas llamado V1GL que “entregará ARNm de una forma más segura”. La afirmación llegó un mes después que Bancel promocionara a Forbes otro sistema de entrega llamado N1GL. En esa entrevista Bancel le dijo en Forbes que ese sistema de de entrega que han estado usando, licenciado por Acuitas, “no era muy bueno” y que Moderna dejó de utilizar esa tecnología en nuevos medicamentos”. Sin embargo, como se explorará detalladamente en este artículo, como también en la parte II de esta serie, parece que Moderna siguió utilizando la tecnología licenciada por Acuitas en sus siguientes vacunas y otros proyectos, incluida la del COVID-19.
Los ex empleados de Moderna y los que eran cercanos al desarrollo de sus productos tenían dudas en ese momento sobre los nuevos y supuestamente seguros sistemas de entrega de nanopartículas tuvieran alguna consecuencia. De acuerdo a tres ex empleados y colaboradores cercanos al proceso quienes hablaron anónimamente a STAT, Moderna había estado “trabajando duro en nuevas tecnologías de entrega con la esperanza de encontrar algo más seguro de lo que ya tenía”. Todos los entrevistados creían que “el N1GL y V1GL eran descubrimientos muy recientes, solo en las primeras etapas de prueba, o bien, nuevos nombres incorporados a la tecnología que Moderna ha tenido por años”. Todo se habló anónimamente debido a que habían firmado acuerdos de no divulgación con la empresa, acuerdos que se hacen cumplir de forma agresiva.
Un ex empleado, que comentó sobre las presuntas promesas de N1GL y de V1GL, indicó que estas plataformas “tendrían que ser una especie de milagrosa salvación para llegar a donde necesitan estar en sus líneas de tiempo… O [Bancel] está extremadamente seguro de que va a funcionar, o se está poniendo un poco nervioso porque, debido a la falta de progreso, necesita hacer algo”.
Parecer ser que los ex empleados que creyeron que N1GL y V1GL eran nombres nuevos puestos en tecnología ya existente y que Bancel estaba exagerando su promesa estaban en lo correcto, ya que Moderna parece haber vuelto a utilizar el problemático sistema de entrega de nanopartículas lipídicas que tiene licencia de Acuitas para sus terapias posteriores, incluidas la vacuna contra el COVID-19. Como se explorará en este artículo y en la Parte II de esta serie, no existe evidencia de que Moderna haya tenido su “milagrosa salvación” que la haya rescatado cuando se tratara de adquirir sus derechos o para desarrollar un sistema seguro de entrega de ARNm.
Además de las promesas tan promocionadas de N1GL y V1GL como tratamientos más seguros, Moderna prometió crear “nuevas y mejores fórmulas” para el tratamiento del síndrome de Crigler-Najjar que potencialmente podrían llegar a ensayos en humanos en un momento posterior. Esto ayudó a evitar aún más mala prensa, pero solo por unas pocas semanas. Un mes después de que se informaran públicamente los problemas con el tratamiento del síndrome de Crigler-Najjar, el jefe de la división de oncología de Moderna, Stephen Kelsey, dejó la empresa. Esto fue justo cuando Moderna avanzaba hacia sus primeros ensayos en humanos para su tratamiento contra el cáncer, lo que forzó a “un equipo de liderazgo senior con poca experiencia en el desarrollo de medicamentos a resolver el futuro de la empresa en el campo”. Apenas unas semanas antes de la renuncia de Kelsey, Bancel había afirmado audazmente en un intento por atraer nuevos inversores en la Conferencia JP Morgan Para el Cuidado de la Salud, celebrada en enero del 2017 en San Francisco, que la oncología era la “próxima gran oportunidad de Moderna después de las vacunas”.
El mismo mes de la renuncia de Kelsey, Moderna pudo atraer la atención de los medios en otros lugares, porque por primera vez publicaron datos en una revista revisada por pares. En Cell, sus científicos publicaron datos sobre ensayos en animales para su candidato a vacuna contra el virus Zika que demostró eficacia y seguridad en ratones. A pesar de que los resultados de los ensayos en animales no necesariamente se traducen en resultados equivalentes en humanos, se consideró como un “buen augurio” para el ensayo clínico planificado del candidato a vacuna en humanos. Además, los resultados fueron similares a los ensayos en animales publicados un mes antes por BioNtech, competencia de Moderna, para sus candidatos a vacuna de ARNm contra el virus Zika.
Sin embargo, para Moderna, las noticias positivas fueron silenciadas por un fallo negativo de una disputa legal que amenazaba la capacidad de Moderna de obtener ganancias de la vacuna contra el virus Zika o cualquier otra vacuna de ARNm que desarrolló, una amenaza con la que la competencia de Moderna, como BioNtech, no tuvo que lidiar. Esa decisión, que se analiza con mayor detalle más adelante en este artículo, restringió en gran parte el uso de Moderna del sistema de entrega de nanopartículas lipídicas licenciado por Acuitas y amenazó directamente a la capacidad de la empresa para crear un producto con fines de lucro con la utilización de propiedad intelectual vinculada a patentes importantes. También daría inició a una disputa legal de años que ha indicado en múltiples ocasiones que las promesas de V1GL y N1GL eran completamente inventadas o demasiado exageradas, como habían declarado ex empleados y colaboradores de Moderna.
No mucho tiempo después, en julio de 2017, Moderna fue bombardeada con otra ola de mala prensa, cuando su socio en la empresa Crigler-Najjar, Alexion, cortó por completo sus vínculos con la empresa. Moderna minimizó la decisión de Alexion y afirmó que había adquirido un “conocimiento extenso” que le permitiría continuar el desarrollo de su terapia dificultosa. No obstante, la decisión de Alexio llegó en un momento inoportuno para la empresa, porque dos semanas antes uno de los inversionistas más grandes de Moderna redujo la valoración de la farmacéutica en al menos US $2 mil millones, supuestamente porque Moderna “había luchado por estar a la altura de sus propias expectativas”. Además, comenzaron a circular informes que afirmaban “que los inversionistas de Moderna podrían estar perdiendo la fe en el futuro de la empresa”.
De hecho, de acuerdo a ex empleados y socios, el medicamento contra el síndrome de Crigler-Najjar no era el único que, en ese punto, había demostrado ser “muy débil o muy peligroso para ser probado en ensayos clínicos”. El problema persistente, que nuevamente recae en el sistema de entrega de nanopartículas que Moderna licenció de Acuitas, forzó a la empresa, comenzando con la demora del tratamiento contra el Crigler Najjar, a “priorizar las vacunas, las que pueden administrarse solo con una dosis y así evitar problemas de seguridad que han plagado sus proyectos más ambiciosos”.
Sin embargo, estas “vacunas” o terapias de una sola dosis no se consideraron tan lucrativas como las terapias farmacológicas que Moderna había prometido por mucho tiempo y que sustentaba su valoración multimillonaria, lo que forzó a la compañía a “apostar en grande por un líder de pérdidas”. También fue problemático que Moderna iba detrás de sus competidores de vacunas y que la supuesta promesa de su tecnología para producir vacunas viables solo fue “probada”en ese momento en un único y pequeño ensayo clínico. Ese ensayo, como lo indicó el Boston Business Journal, fue un “ensayo en humanos en etapa inicial que estaba destinado principalmente a evaluar la seguridad de la vacuna contra la gripe aviar”. Moderna había asegurado, a pesar de que el ensayo estaba diseñado para evaluar la seguridad, que también había “proporcionado evidencia de que la vacuna es efectiva, sin algún efecto secundario mayor”. Además, como se discutirá más adelante en el artículo, la disputa legal del sistema de entrega de nanopartículas lipídicas licenciado por Acuitas amenazó la capacidad de Moderna para alguna vez obtener ganancias con cualquier vacuna de ARNm que logró pasar a través de ensayos y el proceso de aprobación federal, lo que hace que el futuro de la empresa parezca bastante sombrío.
A pesar de la prensa positiva, persistieron las preguntas
En septiembre de 2017, en un evento de inversionistas a puertas cerradas destinado a prevenir que más inversionistas importantes devalúen la empresa o que abandonen el barco, Moderna brindó más información en un comunicado de prensa recién publicado sobre los resultados del ensayo de un tratamiento diseñado para regenerar tejido del corazón al aumentar la producción de una proteína conocida como VEGF. El comunicado de prensa, que generó muchos titulares de prensa positivos, indicó que el tratamiento había probado ser seguro en un estudio con un tamaño de muestra de 44 pacientes. Sin embargo, ni el comunicado de prensa ni los datos que Moderna divulgó en la reunión a puertas cerradas a los inversionistas revelaron la cantidad de proteína que produjo el tratamiento en los pacientes, lo que dejó su eficacia como un misterio. En efecto, los informes de prensa sobre la reunión de los inversionistas indicaron que “dado que Moderna no divulgó esos datos cruciales, las personas externas no pueden calcular cuánto potencial terapéutico puede haber”.
Los resultados, aunque parecían mitigar las preocupaciones sobre la seguridad de la tecnología de Moderna, no lograron inspirar confianza en muchos de los asistentes. Muchos de ellos, indicaron más tarde a los periodistas que no “estaban muy impresionados” con la presentación de Moderna, que sólo “destacó los cuestionamientos persistentes sobre si puede estar a la altura de sus propias expectativas”.
Uno de los problemas aquí, una vez más, es que la valoración de Moderna fue y está respaldada por su promesa de producir productos para enfermedades raras que requieren inyecciones repetidas durante la vida de un paciente. El tratamiento de VEFG promovido por Moderna en esa reunión estaba destinado a ser una inyección única, y, por lo tanto, la evidencia de su seguridad no resuelve el problema de que ninguno de sus productos de múltiples dosis haya demostrado ser lo suficientemente seguro como para probarlo en humanos. El evento a puertas cerradas de los inversionistas dejó aún más claro que Moderna buscaba evitar ese problema persistente al priorizar vacunas de una sola dosis.
Como STAT indicó en aquella ocasión
La presentación dirigida a los inversionistas también dejó claro que Moderna prioriza las vacunas. Son mucho más fáciles de desarrollar a partir de ARNm porque los pacientes solo necesitan una dosis, lo que elimina los problemas de seguridad que han plagado a sus proyectos más ambiciosos como los tratamientos para enfermedades raras.
Sin embargo, el giro hacia las vacunas se quedó como un asunto delicado para muchos de los inversionistas, ya que las vacunas se ven como “un producto de margen bajo que no puede generar ni de lejos las ganancias observadas en campos más lucrativos como las enfermedades raras y la oncología”. Como se mencionó anteriormente, estos son los campos en los que Moderna ha basado su masiva valoración, pero para los cuales no ha logrado producir tratamientos seguros y efectivos. Claramente, Moderna estaba al tanto de estas preocupaciones entre su base actual y potenciales inversionistas e intentó hablar de manera prometedora de sus labores relacionadas con la oncología en el mismo evento, Sin embargo, guardó silencio sobre los tiempos de los ensayos y otros puntos de dato claves, lo que mantiene la ya larga reputación de la empresa sobre la confidencialidad tanto para sus iniciados como para el público general. Es ciertamente revelador que Moderna se mantuviera tan reservada sobre sus datos claves en un evento que no solo fue cerrado para el público y la prensa, sino también destinado a tranquilizar a los inversionistas existentes y atraer otros nuevos. Si Moderna se negó a mostrar datos importantes a los inversores en un momento en que la empresa buscaba desesperadamente que se mantuvieran a bordo, implica que la empresa tenía algo que ocultar o nada que mostrar.
A pesar de que las relaciones públicas de Moderna se han visto óptimas de forma regular, su situación interna que es cada vez más problemática se intensificó un mes después cuando surgieron informes de las abruptas renuncias de su jefe de química, el líder de su división cardiovascular y el jefe de su división de enfermedades raras. Estas renuncias, que se produjeron a fines de 2017, siguieron a los abandonos de gran repercusión mediática que sufrió la empresa y que se mencionaron en la exposición de STAT dictada por Damian Garde.
Unos meses después, en marzo de 2018, el director científico del negocio de vacunas de Moderna, Giuseppe Ciaramella, también renunció. Esto significó más problemas internos para la empresa, ya que Moderna recientemente había cambiado su opinión en cuanto a las vacunas de forma muy pública, y Ciaramella, además de liderar el desarrollo de vacunas en esta decisiva coyuntura, había sido el primer ejecutivo en indicar que la tecnología de la empresa podría ser útil para desarrollar vacunas, una sugerencia en la que actualmente Moderna está poniendo todas sus fichas. No se puede evitar hacer la pregunta de si la inclinación de Bancel a expulsar a los empleados y ejecutivos que “no podían hacer que la ciencia funcionara” era un factor en alguna de estas renuncias de gran repercusión mediática, incluida la de Ciaramella.
Un caos legal de años de duración
Hasta ahora, este informe se ha centrado en gran medida en cómo la confidencialidad extrema de Moderna parece haberse utilizado para diluir y mitigar problemas importantes con su tecnología y cartera de productos, y en cómo esos problemas estaban llegando a un clímax después de la oferta pública de venta (OPV) de la empresa e inmediatamente antes de la crisis del COVID. Sin embargo, el desafío de crear productos que funcionen y pueda demostrarse que se desempeñen de forma óptima en entornos clínicos es solo uno de al menos dos importantes problemas que enfrenta Moderna como empresa. De hecho, durante el mismo programa que se exploró antes, Moderna se vio envuelta en agresivas disputas relacionadas con la propiedad intelectual y las patentes. En particular, estas mismas cuestiones jurídicas se refieren al sistema de nanopartículas lipídicas que, según se informa, también estaba como base de los problemas de seguridad y producción de productos de Moderna.
Como se mencionó anteriormente, Acuitas licenció el sistema de entrega de nanopartículas lipídicas utilizado en muchas terapias de Moderna. Sin embargo, Acuitas había obtenido la licencia de ese sistema de una empresa aparte, Arbutus, que hizo una demanda en 2016 reclamando que la sublicencia de Acuitas a Moderna era ilegal. Arbutus ganó el caso, lo que resultó en una orden judicial temporal en 2017 que impidió que Acuitas otorgara más licencias para la tecnología de nanopartículas lipídicas. Un acuerdo alcanzado entre Acuitas y Arbutus en 2018 canceló la licencia de Acuitas y restringió el uso de la tecnología por parte de Moderna a cuatro candidatos a vacunas que tenían como objetivo virus ya identificados.
Bancel de Moderna dijo a Forbes en 2017 que el sistema Acuitas/Arbutus era, con suerte, mediocre y que la empresa estaba desarrollando su propio sistema de entrega mejorado, el cual no infringiría la propiedad intelectual de Arbutus (los sistemas N1GL y V1GL mencionados anteriormente). Sin embargo, poco después de que Bancel hiciera esas afirmaciones, la dirigencia de Arbutus los desafió, al afirmar que la empresa había revisado todas las patentes, publicaciones y presentaciones de Moderna con respecto a estos “nuevos” sistemas de entrega y no se había encontrado nada que no involucrara su propia propiedad intelectual. Como se dijo antes, incluso los ex empleados de Moderna tenían muchas dudas de que N1GL y V1GL fueran diferentes al sistema de Acuitas/Arbutus, lo que significa que, a pesar de las declaraciones de Bancel, Moderna tenía cuestiones judiciales sin resolver relacionadas con estas nanopartículas que, junto con los problemas de toxicidad, estaba retrasando a los candidatos de productos de Moderna.
Es importante señalar en este punto que, aunque solo Moderna ha estado enfrascada en una batalla legal con Acuitas/Arbutus durante años por la propiedad intelectual de las nanopartículas lipídicas, los otros principales productores de vacunas de ARNm contra el COVID-19, Pfizer/BioNTech y CureVac también utilizan los aspectos principales de la misma tecnología derivada de Arbutus. Sin embargo, BioNTech otorgó licencias a las nanopartículas lipídicas de tal forma que se evitaran los problemas que han complicado a Moderna durante años.
La disputa legal de Moderna, además de los problemas ya discutidos, amenazó enormemente su capacidad para sobrevivir como empresa. La empresa, al haberse visto forzada a establecerse en el mercado de las vacunas y rechazar las terapias de ARNm que son más lucrativas y “revolucionarias” que había prometido durante mucho tiempo, avanzaba constantemente hacia una posición en la que «no tenía el derecho a vender” productos de vacunas que dependían de la tecnología patentada de Arbutus y sublicenciada por Acuitas. Esta situación le ha puesto presión a Moderna para que negocie directamente una nueva licencia con Arbutus, en las cuales la empresa tendría muy poca influencia.
Desde el primer caso legal en 2016, Moderna y Arbutus han estado enfrascadas en disputas sobre las nanopartículas y quién las posee. Moderna ha impugnado tres patentes de Arbutus en la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de Estados Unidos con resultados mixtos. Sin embargo, de forma simultánea, Moderna también afirmó que su tecnología “no estaba cubierta por las patentes de Arbutus”, lo que llevó a que numerosos observadores y reporteros hagan preguntas como: “En ese caso, ¿por qué [Moderna] inició la acción legal contra Arbutus principalmente?”
Moderna respondió a esa pregunta con la afirmación de que apuntaron contra ellos debido a la “agresión” que recibieron por parte de Arbutus en el pasado. Sin embargo, a pesar de tales declaraciones, el esfuerzo y costo inherentes a la impugnación jurídica revelan que, como mínimo, la empresa se toma muy en serio la amenaza de las reclamaciones de propiedad intelectual de Arbutus. La verdadera respuesta parece recaer en que Moderna está dispuesta a afirmar de forma pública que su tecnología de nanopartículas lipídicas es lo suficientemente diferente del sistema derivado de Arbutus cubierto por las patentes, pero no está dispuesta a entregar alguna prueba de que es realmente diferente, ya sea en los tribunales, ante sus propios inversores o ante el público. Las vueltas y recodos más recientes de esta prolongada batalla legal, incluida una decisión fundamental en 2020 que fue muy desfavorable para Moderna, se analizan en la Parte II de esta serie.
Cualquier cosa para contribuir a la caída del precio de las acciones
Según informes de los medios, justo antes de la renuncia de Ciaramella, Moderna había afirmado haber “resuelto los problemas científicos que hacían que sus tratamientos de ARNm anteriores fueran demasiado tóxicos para los ensayos clínicos”. En esos informes también se afirmó que, como resultado, “Moderna cree que ha vuelto a encontrar el camino”, aunque la empresa no proporcionó pruebas para respaldar esa información. Sin embargo, la promesa les permitió completar una nueva ronda de financiamiento durante la cual recaudó US $500 millones adicionales de “un sindicato de inversionistas poco común en la biotecnología” que incluía los gobiernos de Singapur y los Emiratos Árabes Unidos. Algunos observadores estaban desconcertados sobre cómo Moderna había logrado recaudar fondos a pesar de las preguntas pendientes sobre la ciencia que respalda su alta valoración.
La respuesta llegó con la publicación, por Damian Garde de STAT, del conjunto confidencial de diapositivas de Moderna, en las que se mostraba que la empresa había predicho que los medicamentos que sólo habían sido probados en ratones pronto valdrían miles de millones de dólares y que sus ingresos por vacunas ascenderían a US $15 mil millones anuales. El conjunto de diapositivas, considerado como “bastante absurdo” y “dirigido a generalistas esperanzados que pueden soñar en grande” por un inversor escéptico, dejó en claro por qué la última ronda de financiación de la empresa había atraído a inversores biotecnológicos “poco convencionales” en lugar de inversores experimentados centrados en la industria. Un inversor experimentado en biotecnología, que habló de forma anónima debido a la confidencialidad del conjunto de diapositivas, afirmó que “es una plataforma diseñada para contar la historia de ‘vamos a ser gigantes’ a un grupo de inversores poco sofisticados, y lo hace de maravilla… Se presentan suficientes cosas de ciencia y escenarios para transmitir el sentimiento de ‘Sabemos lo que estamos haciendo’, pero no lo suficiente como para generar preguntas técnicas”.
Según los asistentes al discurso de Moderna, la empresa fue “muy generosa en las suposiciones del tamaño del mercado para sus programas” y uno de sus ex colaboradores mostró el valor en el mundo real de un tratamiento que la empresa había afirmado que valía miles de millones de dólares al año, el cual era de cerca de “US $100 a US $250 millones”. Por supuesto, aquella estimación de ingresos viene con la advertencia de que el tratamiento, hasta ahora solo probado en ratones, algún día demostraría resultar en humanos. Un ex empleado de Moderna de su división de enfermedades raras declaró en ese momento que la empresa “continúa avanzando y prometiendo en exceso el potencial de un uso amplio del ARNm antes de tener cualquier evidencia aparte de las vacunas o los primeros experimentos en ratones”.
A pesar de la capacidad de Moderna para convencer a los inversores “poco sofisticados” y/o “no convencionales” de que respalden su ronda de financiación a principios de 2018, parece ser que una de sus promesas más importantes que utilizó para atraerlos, el haber resuelto el problema de la toxicidad de las partículas de nanolípidos, no era cierta.
En un archivo presentado ante la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos de noviembre de 2018, meses después de que Moderna afirmara haber solucionado los problemas con su sistema de entrega de nanopartículas lipídicas, la empresa hizo varias declaraciones que parecen contradecir su supuesto desarrollo de una nueva tecnología de nanopartículas más segura.
Por ejemplo, el archivo dice en la página 33:
La mayoría de nuestros medicamentos en investigación están formulados y administrados en una nanopartícula lipídica (NPL) que puede provocar efectos secundarios sistémicos relacionados con los componentes de la NPL que posiblemente nunca se hayan probado en humanos. Si bien se ha continuado con la optimización de nuestras NPL, no existe la garantía de que no tengan efectos no deseados. Nuestras NPL podrían contribuir, total o parcialmente a una o más de las siguientes situaciones: reacciones inmunes, reacciones a las infusiones, reacciones del complemento, reacciones a la opsonación [sic], reacciones a los anticuerpos que incluyen IgA, IgM, IgE o IgG (o alguna de sus combinaciones), o reacciones a los PEG de algunos lípidos o PEG asociados de otro modo con las NPL.
Ciertos aspectos de nuestros medicamentos en investigación pueden inducir reacciones inmunes del ARNm o de los lípidos, así como reacciones adversas en las vías hepáticas o degradación del ARNm o de la NPL, cualquiera de los cuales podría conducir a eventos adversos significativos en uno o más de nuestros ensayos clínicos. Muchos de estos tipos de efectos secundarios se han observado en las NPL heredadas. La causa subyacente de dicho efecto adverso puede generar incertidumbre, lo que haría difícil predecir con precisión los efectos secundarios en los ensayos clínicos futuros y daría lugar a retrasos significativos en nuestros programas. (énfasis añadido)
Con base en estas declaraciones, Moderna parecía no estar segura de si su actual sistema de entrega de nanopartículas lipídicas era más seguro que el que llevó al retraso indefinido de su terapia Crigler-Najjar. Además, la referencia a “reacciones adversas en las vías hepáticas”, uno de los principales problemas que desencadenó el retraso específico de la terapia Crigler-Najjar, señala una dependencia continua de la tecnología sublicenciada de Acuitas. Como se observará en la Parte II, la vacuna Moderna contra el COVID-19 también parece utilizar la controvertida tecnología de Acuitas que había provocado grandes problemas de seguridad, legales y financieros para la empresa durante años.
En el archivo presentado ante la SEC de noviembre de 2018 se hacen otras declaraciones con respecto a su sistema de entrega de nanopartículas lipídicas supuestamente ya arreglado que vale la pena señalar:
Si se observan eventos adversos significativos u otros efectos secundarios en cualquiera de nuestros ensayos clínicos actuales o futuros, es posible que tengamos dificultades para reclutar participantes, o pueden retirarse, incluso se nos puede solicitar que abandonemos por completo los ensayos o nuestros esfuerzos de elaboración de uno o más candidatos de desarrollo o medicamentos en investigación…
Incluso si los efectos secundarios no impiden que el medicamento obtenga o mantenga la aprobación de comercialización, la relación riesgo-beneficio desfavorable puede inhibir la aceptación en el mercado del producto debido a su tolerabilidad frente a otras terapias. Cualquiera de estos desarrollos podría dañar de forma material nuestro negocio, situación financiera y perspectivas.
Estas declaraciones son significativas en el sentido que señalan abiertamente al menos una razón de la tendencia de gran duración de Moderna hacia la confidencialidad en la publicación de datos sobre sus tratamientos, ya que el conocimiento público de los problemas persistentes de su tecnología amenazaría su capacidad para atraer participantes de ensayos, inversores y, más adelante, consumidores.
Aproximadamente un mes después de que se hicieran estas problemáticas declaraciones en letra pequeña, Moderna logró realizar una oferta pública inicial (OPI) en diciembre de 2018. Para esa OPI, Moderna había contratado los servicios de once bancos de inversión, lo que supuestamente es aproximadamente “el doble del número que normalmente se ve en las ofertas de biotecnología”. Sin embargo, el valor de sus acciones se desplomó pocas horas después, “una señal de que la empresa y sus aseguradores podrían haber sobreestimado la demanda de la altamente valorada empresa”. Un mes después de la OPI, las acciones de Moderna continuaron a la baja, “exactamente lo contrario a lo que buscan los inversores privados en una OPI”. Aquellos que habían predicho este resultado post-OPI antes de que Moderna se hiciera pública también habían advertido que esta tendencia a la baja probablemente continuaría hasta principios de 2020, si no más. Los escépticos, como Damian Garde de STAT,habían advertido justo antes de la OPI de Moderna que el valor de la empresa probablemente continuaría igual durante el 2019 debido a “una aparente falta de noticias inminentes”, dado que “el impulso en biotecnología, positivo o negativo es conducido por catalizadores” y por esto dijo: “Moderna va a tener un 2019 bastante tranquilo”.
Mientras tanto, los informes de los medios advirtieron, como lo habían hecho durante años, que Moderna “todavía está en la primera fase de probar el potencial de [su] tecnología”, a pesar de ser una empresa de nueve años de antigüedad. Dichos informes también señalaron que la incapacidad de Moderna para demostrar el valor de su tecnología después de casi una década en el negocio se vio obstaculizada por su “lucha y esfuerzos iniciales por convertir el ARNm en medicamentos que se pueden dosificar de forma repetida, lo que la llevó a cambiarse a las vacunas, que se pueden administrar solo una o dos veces”. Los inversores en la conferencia sobre atención médica de JP Morgan de 2019 hablaron de las preocupaciones de que “Moderna aún no ha descartado los riesgos persistentes relacionados con el ARNm e, incluso con su valoración reducida, la empresa simplemente es demasiado costosa”. Otros contaron a los periodistas que estarían “al margen hasta que Moderna cambie la narrativa con datos humanos prometedores o se vuelva considerablemente más barata”.
Unas semanas más tarde, Bancel asistió a la reunión anual del Foro Económico Mundial de 2019 junto con el ejecutivo de Johnson & Johnson, Paul Stoffels, y otros líderes farmacéuticos y biotecnológicos con el objetivo de “codearse con los líderes mundiales y el uno por ciento para hablar sobre el futuro de la atención médica”. Otras figuras de la salud que asistieron son el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, y el “filántropo de la salud global”, Bill Gates, cuya fundación entró en “un marco de proyecto de salud global” con Moderna en 2016 para “avanzar en el desarrollo de proyectos basados en ARNm para diversas enfermedades infecciosas”. La Fundación Bill y Melinda Gates es la única que figura como “colaboradora estratégica” en el sitio web de Moderna. Otros “colaboradores estratégicos” incluyen a la Autoridad para el Desarrollo de Investigación Biomédica Avanzada del gobierno de los Estados Unidos (BARDA, por sus siglas en inglés), la DARPA del ejército estadounidense y los gigantes farmacéuticos AstraZeneca y Merck.
Moderna se asoció por primera vez con el FEM solo unos años después de su fundación en 2013 cuando fue nombrada miembro de la comunidad de Empresas de Crecimiento Global (GGC, por sus siglas en inglés). Ese año, Moderna fue una de las tres empresas de salud de América del Norte en recibir tal honor y, además, el Foro la reconoció como “una líder en la industria en terapias innovadoras de ARNm”. Bancel dijo en ese momento: “Estamos honrados de ser reconocidos por nuestros esfuerzos para hacer avanzar nuestra plataforma y así garantizar que su potencial se realice a escala global y esperamos ser miembros de la comunidad del Foro Económico Mundial”.
Como Empresa de Crecimiento Global del FEM, Moderna se ha comprometido profunda y regularmente con el Foro desde 2013, tanto en la Reunión Anual de los Nuevos Campeones organizada por China como en sus reuniones regionales, mientras que también recibe acceso a la plataforma exclusiva de redes del FEM que le proporciona contacto privilegiado con los líderes empresariales y gubernamentales más poderosos del mundo. Además, el Foro brinda oportunidades a estas empresas cuidadosamente seleccionadas para “dar forma a la agendas globales, regionales y de la industria, y para participar en intercambios significativos sobre formas de continuar en un camino de crecimiento sostenible y responsable”. Esencialmente, la lista de tales empresas constituye un consorcio de corporaciones que son promovidas y guiadas por el Foro debido a su compromiso de “mejorar el estado del mundo”, es decir, su compromiso de apoyar las agendas a largo plazo del FEM para la economía y gobernanza global.
En abril de 2019, Moderna publicó información sobre las modificaciones de sus nanopartículas lipídicas (que se analizan con más detalle en la Parte II). Un mes después, en mayo de 2019, Moderna publicó resultados positivos en la revista Vaccine para los datos de fase 1 sobre candidatos a vacunas de ARNm para “dos potenciales cepas de influenza pandémica” administradas en dos dosis con tres semanas de diferencia. El comunicado de prensa de la empresa sobre el estudio indicó que “el desarrollo futuro del programa de influenza pandémica de Moderna depende de la financiación del gobierno o de otras subvenciones”, lo que señala que utilizaría los resultados del ensayo para obtener fondos para la continuación de este programa en particular.
En particular, al mismo tiempo que se publicaron estos resultados, la Oficina del Subsecretario de Preparación y Respuesta del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU., que entonces ocupaba Robert Kadlec, estaba en medio de la ejecución de Crimson Contagion, una simulación de varios meses de una pandemia mundial que involucra una cepa de influenza que se origina en China y se propaga a nivel mundial a través de los viajes aéreos. La cepa en el centro de la simulación, llamada H7N9, es una de las mismas cepas utilizadas en el estudio de Moderna. Moderna publicó esos resultados el 10 de mayo, solo cuatro días antes de que la simulación Crimson Contagion organizara su seminario interinstitucional federal. BARDA, que supervisa la Oficina del Subsecretario de Preparación y Respuesta (ASPR, por sus siglas en inglés), es un importante aliado estratégico de Moderna y estaba desarrollando de forma conjunta estas vacunas de “potencial influenza pandémica” que se mencionan en este oportuno comunicado de prensa, es decir, para las infecciones de influenza H10N8 y H7N9.
Crimson Contagion es importante por varias razones, la más significativa es por la propia historia de Kadlec sobre las simulaciones de Dark Winter que precedieron y predijeron de forma inquietante los ataques de ántrax de 2001. Como se discutió en detalle en una investigación anterior de TLAV – Unlimited Hangout, los ataques de ántrax de 2001 salvaron convenientemente al fabricante de las vacunas de ántrax BioPort, actualmente Emergent Biosolutions, de la inminente bancarrota, al igual que la crisis de COVID lo hizo para Moderna.
Un mes después, en junio de 2019, Moderna nuevamente logró generar titulares positivos al hacer su debut en la reunión anual de la Sociedad Estadounidense de Oncología Clínica, donde buscó promover su capacidad para producir los tratamientos personalizados contra el cáncer que habían sido clave para atraer a los inversores tanto antes como después de su OPI récord. Era la primera vez que la empresa presentaba de forma pública datos sobre este tratamiento, el cual se estaba desarrollando conjuntamente con Merck. Los datos revelaron resultados positivos en la prevención de recaídas en pacientes con cáncer cuyos tumores sólidos se habían extirpado mediante cirugía, pero el ensayo no manifestó ningún efecto definitivo en pacientes con cáncer cuyos tumores no se habían extirpado. Por lo tanto, los primeros datos parecían indicar que el tratamiento de Moderna solo ayudaría a los pacientes con cáncer a permanecer en remisión después de que se hubieran realizado otras intervenciones médicas. Aunque la noticia permitió a Moderna disfrutar de una muy necesaria prensa positiva y promover sus productos oncológicos en desarrollo, en algunos informes se señaló debidamente que “aún era demasiado temprano para emitir un juicio definitivo” sobre el beneficio clínico del tratamiento contra el cáncer.
A pesar de este aparente avance, en septiembre de 2019, el precio de las acciones de Moderna continuó a la baja, lo que les provocó una pérdida de alrededor de US $2 mil millones de valor de mercado de los US $7.5 mil millones que tenían en el momento de su OPI récord. Los principales factores para esto fueron los mismos problemas constantes que la empresa había enfrentado durante años: falta de progreso, incluida la falta de productos en el mercado; reiterados problemas de seguridad con su tecnología de ARNm; y la falta de datos que demuestren que se están realizando avances para que esa tecnología sea comercialmente viable.
A mediados de septiembre de 2019, Moderna reunió a los inversores para mostrar evidencia científica que, según se afirmaba, finalmente demostraría que su tecnología de ARNm podría “convertir las propias células del cuerpo en fábricas de medicamentos” y, con algo de suerte, “hacer que los escépticos sean creyentes”. Estos datos, que derivaron de un estudio muy preliminar que involucró sólo a cuatro participantes sanos, tuvieron complicaciones. Tres de los cuatro participantes tuvieron efectos secundarios que llevaron a Moderna a declarar en la reunión que necesitarían reformular el tratamiento del ARNm para incluir esteroides, mientras que uno de los participantes sufrió de efectos secundarios relacionados con el corazón, que incluían frecuencia cardíaca rápida y latidos cardíacos irregulares. Aunque Moderna afirmó que ninguno de los efectos secundarios relacionados con el corazón era grave no pudo “identificar definitivamente la causa de los síntomas”. Sin embargo, como se mencionó anteriormente, probablemente esto estaba relacionado con los problemas de seguridad que habían estado plagando sus productos experimentales durante años.
Los datos preliminares de la empresa, que se promovieron en otro intento por evitar que los inversores se fueran, también incluyeron la advertencia de que Moderna había decidido detener los ensayos de este producto en particular, que era un tratamiento de ARNm de inyección única para el virus Chikunguña. Este tratamiento se estaba desarrollando en asociación con la DARPA del Pentágono. En esta reunión también se publicaron otros datos más positivos de un ensayo preliminar. Sin embargo, ese ensayo fue para un tratamiento de ARNm para el citomegalovirus, “un virus común que generalmente se controla por el sistema inmunológico y rara vez causa problemas en personas sanas”, lo que significa que es poco probable que su vacuna de ARNm para esa condición sea lucrativa.
No mucho después de esta deslucida reunión de inversores, el 26 de septiembre de 2019, la una vez muy secretista Moderna anunció que colaboraría con investigadores de la Universidad de Harvard “con la esperanza de que la investigación estimule nuevos medicamentos”, ya que su cartera de productos parecía haberse estancado. El presidente de Moderna, Stephen Hoge, describió la colaboración como investigadores selectos de Harvard que reciben “un paquete de cosas en las que ponemos nuestra sangre, sudor y lágrimas, y luego alguien va a hacer algo con eso. Más tarde descubriremos cómo resultó aquello”. Para una empresa conocida desde hace mucho tiempo por su extremo secretismo en una industria que ya era secreta, el acuerdo de Moderna con Harvard, que se admitió que era inusual, pareció algo desesperado.
Un mes después, en la Cumbre del Futuro de la Salud del Instituto Milken de 2019, hubo un panel de discusión sobre las vacunas universales contra la gripe y cómo se necesitaría un evento “disruptivo” para alterar el proceso burocrático de aprobación de vacunas que existe desde hace mucho tiempo para facilitar una adopción más amplia de vacunas “no tradicionales”, como las producidas por Moderna. Los ponentes del panel incluyen a la ex comisionada Margaret Hamburg, veterana del ejercicio Dark Winter de 2001 y asesora científica de la Fundación Gates, así como Anthony Fauci del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas (NIAID, por sus siglas en inglés) y Rick Bright de BARDA, quien posteriormente trabajó para PATH financiado por Gates. Concretamente, la discusión tuvo lugar poco después de la controvertida simulación de la pandemia de coronavirus llamada Evento 201, cuyos moderadores y patrocinadores habían estado involucrados de manera íntima en Dark Winter de 2001.
Durante el panel, el moderador, Michael Specter del New Yorker hizo la siguiente pregunta: “¿Por qué no cambiamos el sistema? Obviamente no podemos cambiar repentinamente el sistema que tenemos y decir ‘¡Atención! Todo el mundo debería recibir esta nueva vacuna que aún no le hemos dado a nadie, pero debe haber alguna forma”. Specter luego mencionó cómo la producción de vacunas es anticuada y preguntó cómo podría haber una “alteración” adecuada para impulsar la modernización del proceso de desarrollo y aprobación de vacunas existente. Hamburg respondió primero, al decir que como sociedad estamos detrás y cuando haya que avanzar hacia un enfoque nuevo y más tecnológico es nuestro “momento de actuar” para hacerlo realidad.
Varios minutos después, Anthony Fauci declaró que el mejor método de producción implica “no cultivar el virus en absoluto, sino obtener la secuencia y la proteína adecuada, y adherir esta última en nanopartículas auto ensambladas”, refiriéndose esencialmente a las vacunas de ARNm. Luego, Fauci indicó: “El desafío crucial… es ese con el fin de hacer la transición de salir del [método] ya probado y verdadero de cultivo de huevos… a algo que tiene que ser mucho mejor, tienes que demostrar que funciona y luego tienes que pasar por todos los procedimientos críticos (fase 1, fase 2, fase 3), para entonces demostrar que este producto en particular va a ser bueno durante un periodo de años. Tan solo eso, y si funciona a la perfección, tomará una década”. Más tarde, Fauci afirmó que es necesario modificar la percepción del público de que la gripe no es una enfermedad grave para aumentar la urgencia y que sería “difícil” modificar esa imagen al mismo tiempo que el proceso de desarrollo y aprobación de la vacuna existente. A menos que el sistema actual adopte la postura de “no me importa cuál sea su percepción, vamos a abordar el problema de una forma disruptiva y repetitiva”.
Durante el panel, Bright dijo que “debemos avanzar lo más rápido posible y con la mayor urgencia para obtener las tecnologías que abordan la velocidad y eficacia de la vacuna” antes de discutir cómo el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca acababa de publicar un informe que enfatizaba que priorizar las vacunas “rápidas” era primordial. Bright luego añadió que una vacuna “mediocre y rápida” era mejor que una vacuna “mediocre y lenta”. Luego señaló que podemos hacer “mejores vacunas y más rápido”, y que la urgencia y alteración eran necesarias para producir el desarrollo específico y acelerado de una de esas vacunas. Más tarde en el panel, Bright mencionó que la mejor forma de “alterar” el campo de las vacunas en favor de vacunas “más rápidas” sería la aparición de “una entidad de entusiasmo que sea completamente disruptiva, además, que no esté en deuda con los procesos y cadenas burocráticas”. Luego dijo de forma muy directa que por vacunas “más rápidas” se refería a las vacunas de ARNm.
El BARDA dirigido por Bright y el NIAID dirigido por Fauci, en solo unos meses, se convirtieron en los mayores patrocinadores de la vacuna Moderna contra el COVID-19, al invertir miles de millones y al desarrollar de forma conjunta la vacuna con la empresa, respectivamente. Como se explicará en la Parte II de esta serie, la asociación entre moderna y los NIH para desarrollar de manera conjunta lo que pronto se convertiría en la vacuna contra el COVID-19 de Moderna se estaba forjando el 7 de enero de 2020, mucho antes de la declaración oficial de la crisis de COVID-19 como una pandemia y antes de que una vacuna fuera proclamada necesaria para los funcionarios y otras personas. La vacuna contra el COVID-19 no solo se convirtió rápidamente en la respuesta a casi todos los problemas de Moderna, sino que también proporcionó el escenario disruptivo necesario para alterar las percepciones del público sobre lo que es una vacuna y eliminar la burocracia y las garantías existentes en la aprobación de la vacuna. (Véaseaquí el evento de la Vacuna Universal contra la Influenza)
Como se mostrará en la Parte II de esta serie, lo que impulsó a Moderna al frente de la carrera “Warp Speed” por una vacuna contra el COVID-19 fue una supuesta mezcla de “coincidencia y previsión” de Stéphane Bancel de Moderna y Barney Graham de los NIH. Esa asociación, junto con el efecto disruptivo de la crisis de COVID-19, creó la mismísima “milagrosa salvación” que Moderna había estado esperando desesperadamente desde al menos 2017, al tiempo que convirtió a su mayoría de equipo ejecutivo en multimillonarios en cuestión de meses.
Sin embargo, la “milagrosa slavación” de Moderna no durará, es decir, a menos que la administración masiva de su vacuna contra el COVID-19 se convierta en un proceso anual para millones de personas en todo el mundo. A pesar de que desde que comenzó su administración los datos del mundo real cuestionan la necesidad, así como la seguridad y eficacia de su vacuna, Moderna, y sus partes interesadas, no pueden permitirse dejar pasar esta oportunidad. Hacerlo significaría el desmoronamiento del castillo de naipes que Moderna construyó de forma cuidadosa durante años.
Nota del autor: El Dr. Michael Palmer, la Dra. Meryl Nass y Catherine Austin contribuyeron con comentarios y orientación muy valorados en este artículo. Un agradecimiento especial a Katy M. por su ayuda con la edición.